la pelusa del ombligo:
notas de una viajera en el tiempo*
por Ana Gabriela García
* esta pausa para la escritura apuntó a pensar juntas alrededor de lo inconcluso; eso que por no darle tiempo/espacio se queda muchas veces en suspenso. irónicamente, esta contribución surge de ese suspenso, de ese no espacio, y de ese no tiempo. accidentado, sí, pero quizá era hora de empezar a dar cuenta de los procesos y conceptos que se tejen entre las imaginaciones y apropiaciones que se dan en mi cabeza. este texto es también un pastiche que me gusta pensar como ensayo, en pausas, de imágenes que juegan a resistir ese horizonte del porvenir. en este entramado, sin pies ni cabeza, se constelan ideas que en algún punto perdieron flujo, las cuales se despliegan bruscamente como un tejido extraño sin pretensión de ahondar (demasiado) en las fibras que lo activan, pero que de alguna u otra manera funcionan juntas, o al menos eso creo: un poco como la pelusa del ombligo.
ternura radical es aceptar lo ambiguo
es no pensar dándole vueltas a tu ombligo
dani d’emilia y daniel b. chávez
nunca me he encontrado una pelusa en el ombligo. ciertamente no sé de donde nace esta obsesión, pero probablemente tiene que ver con algunas de sus curiosidades.
la pelusa del ombligo es una suerte de acumulación de fibras sintéticas —provenientes de la ropa de quien la porta—, células de piel muerta, algo de vello, grasas corporales y, por supuesto, un sin fin de bacterias. es curioso que, aún cuando se le considera muchas veces como un producto desagradable, algunos estudios apuestan a que quizá sea un mecanismo inútil de limpieza.
y sí, hay varios estudios científicos en torno a la pelusa. uno de ellos permitió al dr. kruszelnicki obtener el ig nobel en el 2002. como una parodia al nobel —resultado del juego con la palabra ignoble, que en español significa “innoble”—, este premio reconoce lo inusual e imaginativo para detonar interés en la ciencia y la tecnología. tal como lo afirma su sitio web, el ig nobel se interesa por aquellas investigaciones que primero hacen reír a la gente, y luego la hacen pensar. este dato de tintes viles y abyectos será útil más adelante.
kruszelnicki fue celebrado por hallazgos muy interesantes: la pelusa del ombligo tiende a aparecer en aquellos cuerpos más peludos, comúnmente es azulada (ya que la mayoría de los pigmentos y fibras utilizados en la industria textil pertenecen a la gama de los azules; aunque hay otro estudio que contrarresta esta premisa) y que, ante todo, su existencia no supone un peligro para la salud. sin embargo, ninguno de estos datos me parece tan interesante como el siguiente: el desplazamiento de la pelusa es de abajo hacia arriba. o bien, la borra responde a un proceso migratorio que no es más que el resultado de esa fricción sudorosa de los vellos de un cuerpo al usar ropa interior. esto sólo significa una cosa: la pelusa viaja de los genitales al ombligo. vagando, emprende caminos inciertos que, en el lapso de cierto tiempo y hasta que se le remueva, la transforman en una acumulación de porquería. me gusta pensar que es algo como un archivo de deshechos—errante e inútil—, fácil de limpiar.
narcisa hirsch (arg) filmó retrato de una artista como ser humano en 1968. siendo todavía una obra temprana de la artista en super8, guarda en su montaje una potencia. como un collage de momentos, este video reúne tomas de ella, de sus amigxs y familia, de sus espacios íntimos y de trabajo, de sus interacciones en el espacio público y citadino pero, sobretodo, integra el registro de montajes de piezas u objetos que tienen que ver con otros trabajos —pasados y futuros— de la artista. y es que a partir del juego entre planos e intervenciones de la imagen, aunado a una musicalización casi irónica y escenas que parecen broma, estas imágenes se revelan como sueños. ahí donde un diario construye una no-narrativa, el registro se torna ficción. de pronto la posibilidad de hacerle cosquillas a la pasividad con la que abordamos visualmente al proceso —y su documento— se torna visible, al menos por un instante. por supuesto, lo que aquí resulta más intrigante es que la primera toma revela la imagen de un ombligo.
no habría que ignorar los guiños a una cultura visual específica traídos a la mesa por parte de esa doble exposición que superpone, en ese ombligo, una manzana cubierta en pintura verde. a manera de campo semántico, pienso en: magritte, el vientre, el fruto (envenenado), eva, y hasta blanca nieves y el deseo prohibido de comerse la manzana; o las implicaciones que trae consigo ser una artista mujer en latinoamérica, durante los años sesenta, y la apuesta por el registro íntimo para hacer política desde la carne y el hueso, pero eso quizá ya es otro tema.
poema sin título
por nicolás cuello
no me aguanto más las ganas de comerte
¡es que tengo tanta hambre!
de comerte todo
todo el cuerpo.
devorarlo.
sentir con cada mordisco,
con cada bocado
el gusto de tu piel mientras mastico.
es que no sabes el hambre que tengo.
quiero comerte todo
quiero devorarte
quiero comer los
restos de comida
que caen en tu pecho
quiero comer
hasta las pelusas de tu ombligo.
es que no sabes el hambre que tengo.
hambre
tanto
hambre.
de tu cuerpo,
todo.
devorarlo,
todo.
probar esa boca
sentir el gusto de tus cigarrillos
de tu barba, y tu comida
besarte
besarnos
tan fuerte
hasta asfixiarnos
hasta que no quede
aire en el mundo.
poema publicado en:
lo he intentado, pero no puedo sacarme de la cabeza ese bioma diaspórico que resguarda el hueco umbilical. ni en el registro de esa fricción, ese sudor, ese olor. primero da risa, y luego hace pensar. ¿qué esconden esas texturas de la pelusa que nos hacen guardar distancia? indudablemente me viene a la mente la idea del miedo a lo desconocido. tengo tanta hambre que hasta me comería las pelusas de tu ombligo, escribe nico. en ese momento que el deseo es tanto, lo inhóspito se disuelve en lo común.
ahora que pienso en nico, me acuerdo mucho de alguna discusión que tuvimos hace un tiempo sobre materiales de archivo y de cómo, desde la espectralidad, éstos pueden aún reclamar presencias dentro del basurero de la historia, sobre ese deseo lúdico por insistir en aquello que no fue. y es que más allá de la marginalización de sus contenidos, hay también que pensar políticamente sus materias pues es ahí donde se revelan las condiciones detrimentadas y periféricas de su circulación. pienso en la sensorialidad donde destellan fantasmáticamente las ficciones de otras posibilidades de existencia; por medio del olor, el hongo (in)visible acecha y con el aliento la espora se dispersa.
la presencia de esa pelusa en el ombligo no hace más que evidenciar el cauce de las cosas, sobre los procesos que entretejen tiempos incompatibles para tomar forma en otra. estamos entumesidxs. ¿vale la pena preguntarnos por el tiempo perdido? quizá no como hasta ahora.
mold maid es un video de la artista maya ben david (can) realizado en 2019.
en él vemos cómo maya habla primero sobre las complejidades de la producción artística, e incluso apunta algo a subrayar: es la imagen una herramienta que posibilita el derrumbe de las estructuras del presente, al menos en el plano de lo sensible. en un segundo momento, maya nos lleva a una dimensión otra en donde el hongo que crece en su acondicionador de pelo se torna un agente de cuidado. si bien la personificación del hongo está en este caso subordinada a una condición especista, es creo un buen punto de partida para divagar alrededor de las posibilidades de dialogar con lo no visible y de especular, desde la fantasía, sobre lo que podría llegar a ser el ejercicio de verse en lo otro. abrazar lo desconocido —y también lo abyecto— para luego desdoblarlo imaginativamente, algo como el reclamo de otra realidad inscrita en los lenguajes simbólicos de un agente al acecho.
pero también debemos reconocer que devenir sujeto trae sus propias contradicciones: el sujeto está siempre ya sujeto. o, dicho de otra manera, hay relaciones de poder que se juegan sobre quienes ejercen control. este parafraseo de hito steyerl, me lleva también a robarle un par de sus preguntas: ¿y si para variar nos revistiéramos de objeto? ¿por qué no ser una cosa? una cosa que siente…
coreografía invisible o el baile secreto de las verduras y los trapos (2020), de la artista pierina másquez (pe), despliega un paisaje doméstico en el cual sus personajes activan una política afectiva de los objetos. desbordándose del muro, este teatro silente desmembra lo humano para corporeizar la materia. partiendo de una coreografía que evoca a la memoria de un día común desde casa, se desenvuelve entonces una suerte de fantasía secreta que reorganiza los modos de lo extraño para así aparecer virtualmente dentro del marco de lo que puede ser. los objetos no duermen y, mientras nadie más mira, en su baile se atisba el desafío de las jerarquías entre objeto y sujeto. a través de una ficción con colores pastel, estos objetos nos hablan, casi telepáticamente, sobre cómo hacer mundo.
¿no es, también, la ruta de la pelusa hacia el ombligo algo como una coreografía invisible?
el tiempo está fuera de quicio y ya no sabemos si somos objetos o sujetos mientras descendemos en espiral en una imperceptible caída libre.
hito steyerl
no es fácil habitar estos tiempos tan extraños. pero también parece ser que los tiempos han sido así, al menos por un rato. hagamos un poco de memoria.
el horizonte es esa línea estable proyectada desde la visión occidental para entender y desplazarse en el mundo. es a través de esa línea que se lograron delimitar los sentidos modernos de tiempo y espacio. como herramienta de organización de lo visible, el horizonte posibilitó reconocerse en una construcción del espacio que por artificial, negó matemáticamente la falla prometiendo estabilidad. así, combustible colonial, dio pauta a la expansión territorial y, de la mano con ello, sentó las bases de una temporalidad lineal que ahora llamamos progreso, en donde el futuro se tornó un proceso calculable que apostaba por el deseo de siempre estar mejor gracias al fetiche de la mercancía. el resto de la historia la sabemos: esta representación antropocentrista del mundo permitió la conquista occidental, subordinando a todx otrx a la dominación.
la desmantelación de esa perspectiva es un proceso en el que llevamos ya un rato. pasando por la fotografía, el cine y luego haciendo un salto grande en el tiempo, los modos de ver, ahora, ya también están fuertemente basados en la virtualidad, y se desplazan entre el terreno de la vigilancia y su visualización ociosa a través de la pantalla. una vez más, tomando una frase de hito: el piso simulado de la imaginería aérea facilita una orientación ilusoria en las que los horizontes se han hecho añicos.
disociadxs y abrumadxs, el vértigo que produce la alteración del equilibrio quizá podría apuntar a experimentar distorsiones dentro de lo representacional.
mosquito shrine ii es una pieza de la artista vivian caccuri (br). realizada en 2020, es una segunda versión, a mi parecer mucho más compleja, de la instalación que la artista presentó en 2018. se trata de una red para mosquitos bordada con hilos de algodón y poliéster, y fragmentos de pizarra y aluminio suspendidos en la parte inferior. acompañada de un video comisionado para su exhibición en tiempos pandémicos, esta pieza resulta de una investigación por parte de la artista en relación a documentación testimonial, proveniente del siglo dieciocho, sobre historias de enfermedades y su transmisión en occidente. así, vemos como el bordado narra una serie de encuentros catastróficos entre los mosquitos y la humanidad colonizante en su llegada al continente recién inventado. lo que vivian y el mosquito nos comparten es precisamente cómo éste último eventualmente se convirtió de un enemigo mortal en una entidad de resistencia: siendo un agente portador de enfermedades, el mosquito fungió como una amenaza casi paramilitar ante el invasor del trópico, quien no logró, en documentadas y numerosas ocaciones, sobrevivir al contagio.
como una especie de anti-héroe, en esta alegoría narrada desde la visión de un mosquito, el bordado nos habla sobre los intentos fallidos de la humanidad por el deseo de dominación sobre la naturaleza, contrastados también con imágenes de destrucción de sus afectaciones al ecosistema —como lo sería una plantación de caña en llamas. en contraste, tanto en el bordado como en el video observamos imágenes propias de la cultura visual contemporánea que dan cuenta de los registros del mosquito representado como enemigo que aún persisten, en donde el mosquito adopta conductas que lo humanizan para enfatizar su desprecio. aparte de lo visualmente brutal que resulta esta pieza, lo que esta ficción pone sobre la mesa es esa posibilidad de ruptura con las narrativas occidentales que han sistemáticamente contenido en lo otro una imagen de amenaza. si quieres tener éxito, sé un mosquito.
sentirse como un bicho raro es una frase que normalmente se usa cuando alguien se encuentra fuera de lugar. desde ese lugar común —donde sí hay extrañeza pero también familiaridad—, insisto en los trazos que interconectan las piezas indexadas. entre el disfraz y piel, entre la fibra y el tejido, aparece fantasmáticamente esa extraña posibilidad de fantasía para reorganizar aquello que puede ser. encontrarse en el bicho no sólo podría apuntar a un cambio en los modos de entendimiento sino que también apostaría por generar, desde la memoria, otras vistas del mundo. en esta suspensión, la lectura del cuerpo del otrx como palimpsesto se torna posible y con ello, en unx, sentir la huella delx otrx.
sin embargo, ¿qué pasa cuando la metáfora es más peligrosa? tomar forma en otra cosa es también una negociación y esa huella delx otrx, es también una huella de la historia. testigos del proceso de las cosas, los objetos en su reconocimiento y enunciamiento nos muestran a contrapelo sus impactos y desgastes después de la historia. entonces, ¿por qué ser una cosa? participar en la cosa nos permite jugar con los afectos y deseos que entre nosotrxs se tensionan, pasando a un segundo plano su carácter de mercancía. ser con la materia no implica ser sólo la cosa, sino también apela a abrazar las ruinas de todas las relaciones sociales, políticas e históricas que en ellx se han contenido y hacerlas nuestras porque también en ellas somos. ahí, en el basurero de la historia, ser con el objeto activa nuestras rupturas y heridas como espacios de fuga.
spic ecdysis (2014-2015)
es una serie fotográfica realizada por la artista xandra ibarra (ee. uu.)
sobre el título, ecdisis apela al acto de mudar piel por parte de algunos insectos para continuar con su proceso de crecimiento (el término tiene a su vez raíces griegas que aluden a los actos de quitar o sacar). Por su parte, spic es una suerte de jerga anglosajona despectiva para referirse a hispanohablantes en territorios de habla inglesa. en la serie, vemos a xandra realizar varios registros de sí misma en distintas locaciones. como una sombra, al lado de su cuerpo casi desnudo se encuentra su vestimenta: un disfraz/piel cuya inconfundible forma emula la de una cucaracha. la pregunta que la artista apunta tiene que ver con qué pasa cuando el horror ya no se encuentra en la diferencia sino todo lo contrario. y, en medio de un trazo genealógico sobre lo que la cucaracha puede representar, xandra nos dice que kafka se queda corto. ahí donde xandra entra en un proceso de ecdisis, su coraza reposa como espejo y a la vez premonición. en esa tarde de bronceado, recostada en una alberca vacía, relampaguea el futuro: la tensa proximidad entre el cuerpo de la artista y su piel de cucaracha difumina la línea que divide el advenimiento de lo posible y lo que fue. nos habla de cómo, desde la piel, habita esa subjetividad abyecta históricamente impuesta sólo para retar las condiciones del presente y desmenuzar una representación naturalizada de lo otro, ironizando las políticas identitarias que también se cruzan con la racialización de los cuerpos en un territorio fronterizo.
suspendida, desde esa vista aérea, xandra reconoce en la cucaracha ese significante que apunta a lo desagradable, pero también dentro de ello, la potencia de la resistencia (manifestada quizá desde la plaga) en relación a la piel morena. en ese espejeo, reconoce también que no hay certezas en este mundo que promete ese futuro lineal y cuantificable, y que, desde la pausa, queriendo ser cucaracha, conocer en cucaracha, encontrar la exuberancia en todo lo que se llame cucaracha en cualquier tiempo particular, xandra recoge las historias imposibles de la cucaracha que han tenido lugar en los márgenes para reconocerlas y negarse, por supuesto, a celebrarlas.
valentina díaz (arg) presentó no somos el río en 2018. teniendo como sede su departamento en la ciudad de méxico y con un público reducido, valentina realizó un performance que consistía en la ejecución de una coreografía diseñada para seis personajes, teniendo en escena sólo a uno, cuya labor implicó ejecutar los movimientos de todos. a la espalda de este personaje único, como si se tratara de un eje medular, se encontraba bordado el código de los movimientos que debía realizar. esta entidad-larva tenía un propósito: activar un ritmo de desplazamiento siniestro entre los seis lugares de una mesa oval. a cada lugar le correspondía un huevo postrado sobre un montículo de harina y, en consonancia con el metrónomo al fondo, la larva debía trasladar con la boca los huevos de un montículo a otro, así hasta culminar con los 36 movimientos.
a esta partitura perfectamente calculada no se le escapa nada, salvo por una cosa. en esa repetición, se introduce un imprevisto que más bien tiene que ver con el desgaste del cuerpo. en esa ausencia de, valentina convive con la inminente falta. en una espiral, valentina se inventa una superposición de temporalidades en donde la larva activa todas en un mismo presente, habitando la contradicción.
no hay futuro sin preguntas.
no hay futuro sin riesgo.
no hay futuro sin caída libre.
no hay futuro sin dudas.
no hay futuro sin vacío.
no hay futuro sin pausa.
lili anaz*
y, a todo esto, ¿dónde queda la pelusa? desde el ombligo, esa pestilente trinchera, la pelusa-archivo de deshechos es fácil de limpiar. imperfecta, asquerosa, marginal, su imagen atestigua esa fuga del régimen normativo por la clasificación y resguardo de las cosas. errante e inútil, nos recuerda que la cosa no sólo se trata de ella, sino también de sus condiciones de ser en el mundo.
¿y si lo difuminamos todo? ¿y si inventamos más temporalidades? donde hay demasiado futuro, donde ese mismo futuro está todo roto, y donde hoy nos sofocamos por los añicos del pasado, ¿por qué no cancelar el futuro, en caída libre? viajerxs en el tiempo, errantes y sin fundamentos, que abrazan la idea de que ya nada es estable.
estas imágenes de la artista natasha tontey (idn) forman parte del proyecto from pest to power (2019). la segunda, la cual fue publicada en el #marginalia66 de la revista terremoto, resume en gran medida el proyecto (basado en instalación, video, performance y un sitio web) y apunta preguntas que, para cerrar esta escritura, dejaré en suspenso…
*para leer el poema completo ver https://hysteria.mx/no-hay-futuro-sin-memoria-colectiva/
Ana Gabriela García
Ciudad de México, 1994
Vive y trabaja en Ciudad de México
Es investigadora, curadora y editora. Estudió historia del arte en la Universidad Iberoamericana (2017). Su práctica indaga los cruces entre políticas de la memoria, arte contemporáneo y feminismos. Fue archivista del Fondo Ana Victoria Jiménez, UIA (2016-2018). Dentro del eje “Feminismos y Disidencia sexual”, fue investigadora para la exposición y repositorio digital M68: ciudadanías en movimiento, Centro Cultural Universitario Tlatelolco (2018). Fue asistente curatorial en Centro de la Imagen (2019). Actualmente es curadora del programa de exposiciones de archivo La Postal y coordinadora editorial del sello Temblores Publicaciones, ambos proyectos de Terremoto.